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El general imprescindible


Dámaso Berenguer y Fusté nació en 1873 en Remedios, Cuba, desde donde regresó con el empleo de comandante de caballería conseguido por méritos de guerra. Inmediatamente se reintegró al territorio donde había acción, en este caso Marruecos. Fue el primer jefe de las Fuerzas Regulares en 1911, organizadas con la experiencia de la Policía indígena. En diciembre de 1915 mandaba el Escuadrón de Cazadores de Melilla. Un hecho que marcaría su vida es que cuando ascendió a general de división lo fue el mismo día que su compañero Manuel Fernández Silvestre, el cual le precedió en el escalafón por ser más antiguo en el empleo de general de brigada.



"El 25 de enero de 1919, con 46 años, se le designó como Alto comisario de España en Marruecos con honores de Ministro de la Corona, pero sin mando directo de las fuerzas ya que no ostentaba dicho cargo el de general en jefe"


Cuando ya era general fue nombrado Gobernador militar de Málaga, de donde pasó a la Subsecretaría del Ministerio de la Guerra y de allí a Ministro del ramo. El 25 de enero de 1919, con 46 años, se le designó como Alto comisario de España en Marruecos con honores de Ministro de la Corona, pero sin mando directo de las fuerzas ya que no ostentaba dicho cargo el de general en jefe. Sustituyó al general Gómez Jordana que murió en su despacho, en parte por las desavenencias con El Raisuni. Sus colaboradores en las comandancias generales de Ceuta y Melilla estaban atados por la escasez de medios y su antiguo amigo y compañero Fernández Silvestre, a la sazón en Larache y después en Ceuta y Melilla sucesivamente, suponía un inconveniente pues era más difícil dar ordenes a un subordinado que no lo era realmente y, además, con mas antigüedad que él mismo.


La situación de las fuerzas no era buena: los oficiales carecían de estímulos para soportar la penosa vida en campaña. No había ascensos por méritos de guerra y los sueldos resultaban bajos. Los marroquíes casi no se alistaban en Regulares, porque en la zona francesa pagaban mejor y los soldados peninsulares carecían de preparación y, en muchos casos, de espíritu combativo.

A pesar de todos estos inconvenientes procedió a reorganizar a fondo el Protectorado siguiendo la política general de su antecesor que era la ocupación física del territorio, aunque abandonando los inútiles diálogos con el Raisuni. Así, ocupó Xauen en 1920, en lo que se consideró una hazaña por las dificultades que la empresa tenía. Después todo se complicó. Enfrente tenía a dos enemigos formidables, el Raisuni en la zona occidental y Abd el Krim en la oriental, a los que debía combatir con medios insuficientes y sin que se produjeran demasiadas bajas de soldados peninsulares. Su intención era terminar con el Raisuni en Tazarut, entre Larache y Xauen, para después trasladar fuerzas a Melilla y poniéndolas a disposición de su compañero y ahora subordinado Fernández Silvestre, asaltar Alhucemas para terminar con Abd el Krim.


De El Raisuni a Abd el Krim

Sin embargo, en julio de 1921, cuando estaba a punto de tomar Tazarut, se produjo la retirada de Annual y el Raisuni se escapó de nuevo porque gran parte de las fuerzas tuvieron que ser trasladadas a la zona de Melilla. Allí acudió Berenguer para hacerse cargo de una situación crítica: la ciudad presa del pánico, la Comandancia desaparecida prácticamente, Silvestre muerto y el general Navarro, segundo en el mando, cercado en Monte Arruit. Después de tomar la arriesgada decisión de autorizar a rendirse esta posición en la que fueron masacrados o llevados cautivos sus defensores, inició la lenta reconquista del territorio perdido.

Pero el desastre de Annual y la masacre colectiva de Monte Arruit le perseguirían siempre. La polémica nacional enfrentaba dos posiciones opuestas. Unos opinaban que el causante de todo había sido el fallecido General Fernández Silvestre que avanzó imprudentemente hacia Alhucemas sin medios suficientes y perdió el control de la situación en el momento decisivo. Pero otro sector de la opinión pública creía que Berenguer no había facilitado tropas y material a Silvestre porque se los reservó en su lucha con el Raisuni y, además, no supo valorar la situación en el Rif ni las angustiosas llamadas de auxilio del citado Silvestre. Y el colofón de Monte Arruit, donde perecieron asesinados prácticamente todos sus defensores sin que se les auxiliara desde Melilla, pesó sobre sus espaldas toda la vida.


Comienza el declive



Mientras aquel general imprescindible que era al mismo tiempo senador y ya Conde de Xauen dirigía la lucha por tierras marroquíes, en Madrid se desató una campaña contra él porque las fuerzas políticas lo consideraban responsable del llamado desastre de Annual y de la masacre de Monte Arruit. Por dos veces presentó su dimisión que no fue aceptada. A la tercera dejó Marruecos y marchó a la capital para defenderse en juicio.

Sometido a Consejo de Guerra por su actuación en el tema Annual y la rendición de Monte Arruit, fue condenado a separación del servicio activo. Se benefició inmediatamente de un Decreto de Amnistía del Directorio de Primo de Rivera ya en el poder y, poco después, lo nombró Alfonso XIII Jefe de su Casa militar, lo que dejó en situación desairada al Tribunal Supremo de guerra y marina.

Al caer Primo de Rivera, el Rey volvió a recurrir a su leal y ya enfermo Berenguer para salvar la situación y le nombró jefe del gobierno, en lo que se dio en llamar dictablanda. Conservó también para sí la cartera de Guerra e inició una dificilísima labor en un país airado por los coletazos finales de la Dictadura de Primo de Rivera.

Cuando la situación se hizo insostenible en febrero de 1931, dejó paso a un nuevo gobierno presidido por el almirante Aznar y en el que se adjudicó al general Berenguer nuevamente el ministerio de la Guerra. Pero ya la situación estaba definitivamente deteriorada. El Rey, sin el parachoques del Dictador, era considerado el responsable de todo y unas elecciones municipales, convocadas en un mal momento para el poder constituido, dieron la discutida victoria en las grandes ciudades a los republicanos, con lo que la situación escapó de manos del Gobierno, aunque Berenguer intentó mantener la cohesión en el Ejército. Puesto ante el hecho consumado de los pactos con los políticos republicanos, contempló con horror que la Guardia Civil no garantizaba el orden público en esas circunstancias.



La transición fue difícil para Berenguer ya que tuvo que abandonar el ministerio en un coche camuflado porque la multitud volvía a pedir su cabeza y en el teléfono de su casa recibía amenazas, debiendo refugiarse en el domicilio de su hermano, mientras la prensa lo situaba huido en Portugal.

Al abdicar Alfonso XIII, se instauró la República. Berenguer tenía 58 años, era Teniente General ya en la reserva, y consideró que su misión había terminado, pero aún tuvo que soportar un nuevo proceso, esta vez por las ejecuciones de Jaca. Hasta cinco años después no llegó el fallo absolutorio del Tribunal Supremo.

Después desapareció de la vida pública y creyó que sus servicios y problemas habían terminado. Se equivocaba. Al estallar la sublevación militar en 1936 volvió a estar en peligro porque se encontraba en Madrid y allí los militares africanistas eran buscados. Sin embargo, se sabe que en 1938 estaba ya en la zona nacionalista e incluso en octubre de ese año expresó su opinión sobre la marcha de la guerra al cónsul francés en San Sebastián, que elaboró un informe sobre ello. En mayo de 1953, con 80 años, falleció aquel hombre que durante su vida había sido dos veces Ministro de la Guerra, Senador, Alto Comisario en Marruecos y presidente del Consejo de Ministros, todo ello en momentos extremadamente difíciles.

Al sepelio que fue discreto y modesto, no asistió Franco que había sido subordinado suyo en tantos momentos difíciles, sobre todo en el socorro a Melilla en 1921, pero que al final se distanciaron. Representó al Jefe del Estado el Almirante Carrero Blanco que caminó junto al féretro, acompañado del general Federico Berenguer, hermano del fallecido y también conocido militar africanista.

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