Cuando en 1918 Mariano Bertuchi cambió de residencia con su familia desde San Roque a Ceuta, la ciudad norte africana vivió buenos momentos. Se había convertido en cabeza de puente en la zona occidental del Protectorado, al estar muy cerca de la capital del mismo. Además, ese mismo año entró en funcionamiento la línea férrea entre Ceuta y Tetuán con lo que, en menos de hora y media, los viajeros y las mercancías pasaban de una ciudad a otra. Conforme se complicaba la situación militar en Marruecos, Ceuta y su puerto fueron convirtiéndose en la base de aprovisionamiento y también en la retaguardia segura para descanso y atención sanitaria de las tropas.
El general Manuel Fernández Silvestre
En 1919, era Comandante General de Ceuta Manuel Fernández Silvestre de 48 años, amigo del Alto Comisario Berenguer e incluso más antiguo que él. Por su cargo anterior de Ayudante de Campo del Rey Alfonso XIII, se suponía que contaba con el favor real. Y la gran hazaña durante su breve estancia en la zona, fue la ocupación del Fondak de Ain Yedida, llave de las comunicaciones con Tánger y Larache, que hasta entonces había controlado El Raisuni. Y ello mandando las columnas de Ceuta, Tetuán y Larache, porque el Alto Comisario aún no ostentaba también el cargo de general en jefe. Fue un hito en la lucha por dicho punto estratégico de esa parte del Protectorado y ello le hizo muy popular. Incluso, durante su estancia en Ceuta, Mariano Bertuchi había pintado un retrato a Silvestre del que se ha podido conocer su paradero recientemente, ya que se encuentra en una colección privada.
Tras su breve paso por Ceuta de solo seis meses y con la aureola del éxito del Fondak, Manuel Fernández Silvestre fue trasladado en enero de 1920 como Comandante General a Melilla y allí también gozó enseguida de enorme popularidad entre las distintas comunidades religiosas, hasta el punto que los notables musulmanes decidieron encargar un cuadro para regalárselo, eligiendo nada menos que al artista López Mezquita para que pintara un óleo que representara la ocupación del Fondak por las tropas al mando de Silvestre.
El general Dámaso Berenguer y Fusté
Desde Ceuta, Mariano Bertuchi que ya era un reputado artista a nivel nacional, inició las relaciones con el Protectorado y un año después de su llegada, ya expuso en el Casino Español de Tetuán, con la asistencia incluso del Alto Comisario Berenguer y numerosas personalidades. Allí, entre la obra presentada, figuraba un óleo del mismo general Berenguer a caballo, por lo que tanto éste como otros muchos compraron varios cuadros del pintor. Esta obra no pudo ser localizada hasta que, gracias a la familia Berenguer, pudimos acceder recientemente a una fotografía de la misma.
Las relaciones entre Mariano Bertuchi con el general Dámaso Berenguer y Fusté perduraron y en 1920 se produjo un hecho importante, ya que el 14 de octubre se ocupa Chauen, la ciudad santa y el pintor acompaña a las tropas, tomando apuntes de todas las escenas.
En 1921, al año siguiente de los sucesos de Chauen, todo se complica al producirse el desastre de Annual y se van sucediendo derrotas para la nación protectora en los campos de batalla. Mariano Bertuchi va siguiendo con sus pinturas la realidad de esos difíciles años y así reproduce las honras fúnebres del teniente coronel González Tablas, muerto en Tazarut en lucha contra El Raisuni. Se encuentra actualmente en el Museo de Regulares de Ceuta, al que pertenecía el citado militar. Incluso, inmortaliza sobre lienzo el Convoy a Tizzi Azza de 1923, donde encontró la muerte el jefe de La Legión, teniente coronel Rafael Valenzuela. El cuadro se expone en el Museo de La Legión en Ceuta. Ya en 1924, instaurada la Dictadura de Primo de Rivera, aparece el primer número de la Revista de Tropas Coloniales. El comandante de Infantería con destino en el Tercio de Extranjeros José Valdés Martell fue redactor jefe y su amigo, el capitán de artillería Martí Alonso llamado cariñosamente el pintamonas, se encargó de la dirección artística. Muchos de los que escribieron en las páginas de la revista simultaneaban su labor literaria con los combates en los campos marroquíes y así, de entre sus colaboradores, murieron frente al enemigo Valdés y Martí, los dos amigos inseparables.
El Conflicto
Mientras tanto, la noticia de que López Mezquita iba a pintar un cuadro para que los notables de Melilla lo regalaran después al Comandante General Silvestre recreando la ocupación del Fondak, corrió como la pólvora por los mentideros marroquíes y de la capital del Reino, llegando hasta oídos del Alto Comisario Berenguer, en Tetuán. Parece que el homenajeado Silvestre renunció al regalo voluntariamente, igual que también se opuso a que se diera su nombre a una calle durante dicha estancia en Ceuta.
Lo cierto es que Silvestre dirigió una carta al célebre artista José López Mezquita con el siguiente texto: “Muy señor mío y distinguido amigo: Habiéndome propuesto desde mis nombramientos de Comandante General de Ceuta primero, y ahora de Melilla en esta mi segunda etapa en África, ser un soldado más a las órdenes del Alto Mando, y no destacarme ni ser motivo de notoriedad alguna, le ruego encarecidamente, sin con ello no lastimo ningún sentimiento, para mí todos muy respetables, suspenda los trabajos que a usted ha encomendado la Comisión de moros notables que a esa Corte tengo entendido fueron con el fin de hacerme objeto de un homenaje, que tanto les agradezco a ellos y que estaría doblemente avalorado por tan genial artista como usted. Rogándole me perdone, aprovecha gustosa este ocasión para saludarle su atento amigo q.l.e.l.m, Manuel F. Silvestre”
Sin embargo, también el general Berenguer iba a verse en una situación similar en la que él mismo sería objeto de parecido homenaje, pero ya contando con el antecedente de Silvestre.
En efecto, algún tiempo después de que las tropas españolas entraran en Chauen, varios marroquíes notables, esta vez de Tetuán, decidieron encargar un cuadro que inmortalizara la escena de la ocupación pacífica de la ciudad santa. Aunque querían destacar la labor de Castro Girona, el verdadero héroe de la jornada junto a Clemente Cerdeira, decidieron centrarse sobre la figura del Alto Comisario y regalarle posteriormente el óleo. El encargo fue hecho a Mariano Bertuchi que, al disponer de información y apuntes de primera mano, cumplió inmediatamente con su trabajo. Sin embargo, el general Berenguer decidió no aceptar el regalo, unos dicen que por el precedente de Silvestre, otros porque intuyeron que conocía la primitiva intención de homenajear al mencionado Castro Girona y unos terceros lo achacaron a posibles escrúpulos de aceptar tal obsequio. El caso es que el magnífico cuadro estuvo arrinconado en una oficina de la Alta Comisaría y Mariano Bertuchi se quedó sin cobrar, al menos de momento.
Las partes implicadas se pusieron a buscar una solución al problema y todos deseaban encontrarla, unos porque querían hacer el regalo, otros ya que el cuadro era magnífico y un tercero para poder cobrar el encargo. Al final se encontró una salida. Su Alteza Imperial el Jalifa, el Príncipe Amador de España “al que nuestro Erario angustioso pagaba anualmente ocho millones de pesetas “, compró el cuadro, el pintor Mariano Bertuchi que cobró sus 3.000 pesetas y el mencionado Jalifa lo regaló al ya general en jefe del ejército de España en Marruecos, el Alto Comisario Dámaso Berenguer y Fusté.
De cualquier forma, el magistral cuadro de Bertuchi, dejado elegantemente por Berenguer en la Alta Comisaría, se encuentra hoy día en el Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid, ya que fue repatriado a España al entregar el edificio a Marruecos en 1987. No obstante, el pintor hizo una primera versión a escala más pequeña, que se encuentra actualmente en una colección particular.
De los desastres de la guerra a la Revista de Tropas Coloniales
Mariano Bertuchi colaboró en la Revista de Tropas Coloniales desde el primer momento, porque creía en la idea y estaba completamente compenetrado con sus protagonistas. Desde la primera época, las portadas de Bertuchi comunicaron color y calidad a una publicación que era eminentemente gráfica, sobre todo en su segunda época en que pasó a llamarse África. Con este nuevo nombre, la revista pudo reproducir en su número de julio de 1927 la mejor noticia posible, o sea, la Orden General de 10 de julio de ese año en Bab Taza que, firmada por el general en jefe Sanjurjo que ponía fin a la última guerra de Marruecos.
Los pinceles de Mariano Bertuchi dejaron constancia del paso por África de numerosos militares porque, además de los ya nombrados, figuraron en lienzos inolvidables, al menos los generales Felipe Alfau, Varela Iglesias y otros.
Mariano Bertuchi fue en definitiva el pintor por antonomasia del Protectorado. Más preciso aún que las fotografías de la época, el pintor granadino supo captar algo tan difícil como el ambiente, las figuras y el color definitivo de una tierra que tenía, durante esos años, algunas características muy especiales. Los estudiosos, nostálgicos, costumbristas, detractores y curiosos, encuentran en sus obras la realidad profunda de unos años mal comprendidos y escasamente estudiados.
Mariano Bertuchi murió el 20 de junio de 1955 a los setenta y un años. Por tanto, durante su dilatada estancia en África, conoció todas las campañas que allí se desarrollaron hasta 1927. Y falleció antes de que en 1956, siendo Alto Comisario el general Rafael García Valiño, se desplomara en pocas fechas toda la obra tan ilusionadamente montada por tantos hombres, entre ellos el propio Mariano Bertuchi. En efecto en ese año de 1956, Marruecos recuperó su ansiada y justa independencia.
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